Confesiones de invierno

Se vino el frío duro, Chuni. Si estuvieras acá sería un rogel de manta sobre manta y amanecer aplastados por el peso. Un poco me gustaba, aunque hacer la cama fuera un bardo. Después de cada paso tuyo quedaba el cementerio de medias debajo de las sábanas. Recuerdo unas con bananas y frutillas y sandías. Si te las hubiera visto puestas hoy sería un fetichista de pies, no tengo dudas. Hasta hace poco estaban guardadas en la mochila azul con banderitas, pero la mochila no está y supongo ni rastros de esas frutas. Recién llegamos, estamos haciendo muchos planes, planes chicos pero algo es algo, y la estufa que se apaga con el viento. Al menos está el Rufis, eso sí, que me da calor como a los crotos, aplastándose contra mis piernas. Mañana va a haber censo y esta vez va a ser impar el poroteo. Salvo que se pongan sensibles y cuenten los fantasmas, pero dudo.