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De la Tierra a la Luna

Hace 50 años, el 7 de diciembre de 1972 el Apolo 17 plantó sus patas de metal sobre la Luna. En él viajaban Ronald Evans, que se quedó en el módulo orbital y no tocó el satélite, y Harrison Schmitt y Eugene Cernan que sí bajaron.
Gene Cernan (así lo conocían) fue el último hombre que pisó la superficie selenita antes de subirse al cohete 8 días después, el 15 de diciembre.
En su último rondín se alejó unas cuadras (sí, no hay cuadras en la Luna, es una metáfora) para evitar que el despegue del módulo lo borrara y escribió en el polvo lunar las iniciales de su hija: TDC.
Su hija se llamaba Tracy.

Al menos eso dice la historia oficial.
Nunca más volvimos a la Luna y desde entonces comenzaron a florecer conspiranoicos.
Pero como mejor que la conspiranoia es la poesía, dejamos aquí unos versos supuestamente recibidos a comienzos de este año por un radiotelescopio en Aldo Bonzi que cuentan una historia diferente, o paralela, o qué sé yo.
Hay fechas dispares, incluso del futuro.
Es creer o reventar.



I - 2022

Yo era la última piba acá en la Luna,
vos el gringo final de las Apolo,
ya te estabas por ir, andabas solo,
yo sola hace mil años, pero ahijuna,
nos vimos en la cresta de una duna
o de un cráter, me falla la memoria,
lo que vino después, ahora es historia:
la sangre galopando por las venas
unas letras escritas en la arena
y unas náuseas tal vez premonitorias.

Cincuenta años de espera es demasiado
y más en este patio abandonado.



II - 1975

En el mismo lugar armé mi rancho
con chapas que quedaron de tu cohete,
en el techo pintado un diecisiete,
y tu bandera tiesa en unos ganchos,
una radio con el trío de los panchos
cantando la canción del desconsuelo,
en un hoyo del techo todo el cielo
con un rencor azul y un sueño rojo,
y en la cuna una niña con tus ojos
que no va a conocer a sus abuelos.

Toda historia de amor tiene un pesebre
si te dejás vender gato por liebre.



III - 1985

Año tras año mirábamos el cielo
buscando lucecitas que se acerquen,
vos buscabas petróleo en Albuquerque*
y mirabas la luna con recelo,
el tiempo fue blanquéandonos el pelo
aprendimos a andar mirando el piso
ya no llegaban cohetes sin aviso
y acabó de inclinarse la balanza:
amar de un solo lado nunca alcanza,
solo existió con dos el paraíso.

Si te vas a olvidar la semillita
al menos mandá el sobre con la guita.



IV - 2017

Dos idénticas niñas, en espejo
fueron creciendo espacio de por medio,
el tiempo no es olvido, ni es remedio
para curar amores desparejos
y aunque a veces pregunta por su viejo
la selenita Tracy vuela sola,
se fue en cometa, colgada de la cola,
a buscar su destino en las estrellas.
¿Yo?. No espero tu vuelta, ni la de ella,
me cansé de tirar la perinola.

Ayer supe que viste a la huesuda
y ya no pude hacerme la boluda.



V - 2035

Hay un planeta azul en mil pedazos
que vuelan más allá del horizonte
y unas cartas con sello de Caronte
que cuentan una historia por retazos,
se borraron las huellas de tus pasos,
y los de ella, y los míos, ya no hay nada,
solo esta piedra gris desorbitada
donde escribo la carta del final:
Si hago cuentas, tal vez no estuvo mal
esta historia de camas separadas.

Si nos vemos en el horno, siga siga,
nunca supe conformarme con las migas.


Todas las ilustraciones por Jorge L. Fernández (Lou Zelig, es decir, yo)




* Después de volver de la Luna, Gene Cernan dedicó su vida a la industria del petróleo, llegando a fundar su propia compañía. Exploró pozos en Texas y Nuevo México.