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Soñar, soñar...

Será por el cansancio, estos días estoy durmiendo poco pero muy profundo, y soñando largo e intenso, y mucho rato después de haberme despertado la sensación es más de haber vivido el sueño que se haberlo soñado. Muchas veces me ha pasado, pero ahora está pasando algo raro:

Hace un tiempo ya que mis sueños son bastante oscuros (lumínicamente hablando), crepusculares, y borrosos. Aunque sucedan cosas bellas, ando yo más bien dejándome llevar, oyendo, tocando, pero viendo todo en medio de penumbras, tropezando, pero sin miedo.

Quizás es el subconciente trabajando (ando preocupado porque estoy viendo cada vez peor de cerca). Pero también me gusta -y me da pavor- pensar que también los sueños puedan quedarse ciegos. Que puedan volverse un mundo donde uno escuche, huela, sienta y toque, pero no vea.

Anoche soñé con una ex (o una aventura que fue tan linda que cuenta como ex) a la que hace unos días corté de una foto porque quería simplemente mostrar un plato de comida.
En la foto quedó sólo su mano, y esa mano anoche me llevaba a todos lados, como amiga. Una Kodama onírica.

Andábamos por pasillos y calles apagadas, amarillentas, como de casa y pueblo viejo y al final ella hizo algo bien bonito que no viene al caso y ahí me desperté con la sensación de haberla reencontrado y de estar quedándome ciego.También sueño con Kepler, con cardanes, y navajas, y con un plato de loza cascado sosteniendome el marroco.
No todo es amor en las nubes de los zelig.

Y con la carpa del circo Pirincho y con un paredón de chapas en la Calle Canal y con los rulos negros de Sara y con los goles olímpicos de Comas.

Eso este año.
Vamos tirando, más de aquél lado que de este.

De este lado, poca cosa. Laburando, como siempre.